Kenzaburō Ōe: Arrancad las semillas, fusilad a los niños
El pasado 3 de marzo (2023) murió
Kenzaburō Ōe.
Hace mucho tiempo leí El grito silencioso
(1967) y La presa (1957). De la
primera, considerada creo que por todo el mundo su gran obra, no recuerdo nada.
Sin embargo, sí tengo un recuerdo más o menos nítido de La presa, su primera publicación. Y la novela que acabo de leer
ahora, Arrancad las semillas, fusilad a los niños (1958), me ha
recordado en algo a su primera novela corta. En ambas se nota la intención de Kenzaburō
por narrar la barbaridad de la guerra vista desde los niños o adolescentes. El
título lo dice todo.
El narrador es un adolescente que
junto a su hermano pequeño y otros compañeros viven en un reformatorio y los
trasladan a una aldea en el interior de Japón.
Son considerados por los campesinos y
los que los tienen a su cargo como delincuentes que han de reeducarse. Además,
tienen como tarea hacer todo aquello que los adultos no quieren hacer. Ellos
miran ilusionadamente, en una ocasión en que se cruzan con un grupo de jóvenes cadetes,
a los otros chavales bien uniformados que van a tener el honor de ir a luchar mientras
ellos han de recoger y deshacerse de los cadáveres de animales que se
encuentran por todos lados.
La cosa empeora cuando todo
indica que una epidemia es la causante de esas muertes y que las personas han
empezado también a enfermar. Entonces los abandonan en la aldea y los encierran
allí para que no puedan salir. Ellos tendrán que apañárselas como puedan. Así
deciden entrar a las casas en busca de alimentos…
En ese contexto descubrimos la
brutalidad de los adultos, las relaciones entre los jóvenes, el primer sexo, la
homosexualidad, la lucha por el liderazgo, el ansia por ser libre, la
aceptación del soborno, la hipocresía de los adultos…
Una novela que sorprende y nos
recuerda en algo a El señor de las moscas
(1954), aunque lo normal es que Kenzaburō no necesitara más que su propia
experiencia para escribir esta novela.
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