M. Unamuno: Del sentimiento trágico de la vida

 


Allá por el final de 2015, cuando empecé a trabajar en Aranda de Duero (un par de cursos que recuerdo y recordaré siempre con todo mi cariño), empecé a leer la edición de los Ensayos de Unamuno que la editorial Aguilar reunió en un par de tomos. Como muchos de mis proyectos personales, este naufragó.

Leer para mí es una forma de vivir la vida. No me considero un buen lector. No tengo gran capacidad de atención ni retentiva. Leo en todos los formatos que puedo: libros, ebooks y audiolibros. A veces hay cosas que se me graban en la mente y su recuerdo me hace parecer, ante mis propios ojos y los de los demás, creo, mejor lector y más culto de lo que soy. Pero me estremezco al pensar en lo irrisorio que es el porcentaje de lo que queda de mis lecturas en mí.

Se suele leer solo. Incluso si no lo estamos, cuando el libro logra atraparnos, se desvanece lo que nos rodea y saboreamos el placer especial que supone romper por un momento los vínculos que nos mantienen en contacto con el resto del mundo.

Mi padre se pasaba las tardes de temporada baja escuchando la radio, en la playa de Gandía. Ahora que me viene el recuerdo y lo veo sentado, al llegar yo del colegio, con el transistor a su lado, escuchando al señor Casamajor y a Javier Sardá en uno de los bancos de piedra que teníamos delante de la tienda, he sentido que esa utópica idea mía de estar solo puede tener su origen en esa imagen de mi padre sentado solo escuchando la radio.

Y seguro que quien lea esto se estará preguntando, ¿a qué vienen estas digresiones? Pues no sé...

Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos (1912) es un ensayo abrumador de Unamuno. En él Unamuno se centra en el problema central de la filosofía, el significado de la vida. A grandes rasgos, nos habla del doble impulso que nos mueve a todos: la supervivencia y la perpetuación. En nuestra evolución hemos desarrollado, por un lado, la “razón”, que nos permite mantenernos vivos. Pero, además, hemos desarrollado un espíritu o una consciencia religiosa que es la que nos permite ilusionarnos con la perpetuación. Quizás el término ilusionarnos se pueda mal interpretar. Aquí le doy yo el sentido de “ilusión” como algo que nos parece que es.

El ensayo va aportando visiones de pensadores de todos los tiempos para explicarnos qué es el sentimiento trágico de la vida:

Ha habido entre los hombres de carne y hueso ejemplares típicos de esos que tienen el sentimiento trágico de la vida. Ahora recuerdo a Marco Aurelio, San Agustín, Pascal, Rousseau, René, Obermann, Thomson, Leopardi, Vigny, Lenau, Kleist, Amiel, Quental, Kierkegaard, hombres cargados de sabiduría más bien que de ciencia.

En ellos, como en ciertos pueblos, hay un ansia por permanecer, por ser inmortales. Ese anhelo de inmortalidad, junto a la única certeza de la muerte, constituye el sentimiento trágico de la vida.

Ese pensamiento de que me tengo que morir y el enigma de lo que habrá después, es el latir mismo de mi conciencia.

No es de extrañar que, después de apasionarse y apasionarnos con sus razonamientos, centre el ensayo en lo religioso.

El que busque razones, lo que estrictamente llamamos tales, argumentos científicos, consideraciones técnicamente lógicas, puede renunciar a seguirme. En lo que de estas reflexiones sobre el sentimiento trágico resta, voy a pescar la atención del lector a anzuelo desnudo, sin cebo; el que quiera picar que pique, mas yo a nadie engaño. Sólo al final pienso recogerlo todo y sostener que esta desesperación religiosa que os decía, y que no es sino el sentimiento mismo trágico de la vida, es, más o menos velada, el fondo mismo de la conciencia de los individuos y de los pueblos cultos de hoy en día, es decir, de aquellos individuos y de aquellos pueblos que no padecen ni de estupidez intelectual ni de estupidez sentimental.

Así como la vida y la muerte son como dos polos de un imán, la razón y la fe se nos muestran de la misma manera. Por tanto, no cabe que una dé sentido a la otra:

La idea de Dios de la pretendida teodicea racional, no es más que una hipótesis, como, por ejemplo, la idea del éter.

Éste, el éter, en efecto, no es sino una entidad supuesta, y que no tiene valor sino en cuanto explica lo que por ella tratamos de explicarnos: la luz, o la electricidad, o la gravitación universal, y sólo en cuanto no se pueda explicar estos hechos de otro modo. Y así, la idea de Dios es una hipótesis también que sólo tiene valor en cuanto con ella nos explicamos lo que tratamos con ella de explicarnos: la existencia y esencia del Universo, y mientras no se expliquen mejor de otro modo. Y como en realidad no nos la explicamos ni mejor ni peor con esa idea que sin ella, la idea de Dios, suprema petición de principio, marra.

Para Unamuno la experiencia religiosa no es racional:

Mientras peregriné por los campos de la razón a busca de Dios, no pude encontrarle porque la idea de Dios no me engañaba, ni pude tomar por Dios a una idea, y fué entonces, cuando erraba por los páramos del racionalismo, cuando me dije que no debemos buscar más consuelo que la verdad, llamando así a la razón, sin que por eso me consolara. Pero al ir hundiéndome en el escepticismo racional de una parte y en la desesperación sentimental de otra, se me encendió el hambre de Dios, y el ahogo de espíritu me hizo sentir con su falta, su realidad. Y quise que haya Dios, que exista Dios. Y Dios no existe, sino que más bien sobre-existe, y está sustentando nuestra existencia, existiéndonos.

Ciertamente hay en este ensayo una gran parte dedicada a la idea de Dios. Pero más o menos la primera tercera parte del libro es pensamiento unamuniano soberbio. Después se habla, a mi juicio, demasiado sobre Dios y ya al final se considera, como Unamuno no podía dejar de hacer, el ejemplo del Quijote y Sancho como paradigmas del sentimiento trágico de la vida. Porque en contra de dejarnos en manos del pesimismo,

el obrar de modo que sea nuestra aniquilación una injusticia, que nuestros hermanos, hijos y los hijos de nuestros hermanos y sus hijos, reconozcan que no debimos haber muerto, es algo que está al alcance de todos.

 

 

Comentarios

Entradas populares