Sofía Casanova: El doctor Wolsky

 


Recuerdo haberme referido hace algún tiempo a la tercera división de la literatura española cuando reseñé a Alejandro Sawa, López Bago o Ernesto Bark entre otros. ¿A qué nivel hay que descender para encontrar mujeres escritoras en el siglo XIX? Uno diría, vistos los manuales, que salvo Cecilia Böhl de Faber (que tuvo que escribir con seudónimo) y Pardo Bazán, no hubo más mujeres escritoras. Y es que la sombra del patriarcado es alargada… Porque el mencionar solamente a dos muy buenas escritoras da pie a considerar una excepción la mujer escritora, pues lo que normaliza, sería encontrarnos a escritoras y escritores de nivel medio o notable por igual.

La biografía de Sofía Casanova asombra. Parece que no es suficiente haber sido la primera corresponsal de guerra y haber vivido hechos históricos muy importantes y fuera necesario el reconocimiento masculino para merecerlo y, así, en Wikipedia se le intenta dar valor diciendo que Galdós la elogió. En fin, como dije al descubrir a Carmen de Burgos: ¡qué país!

El doctor Wolsky es una novela cuya primera edición es de 1894. Como se puede ver en el enlace anterior, la Biblioteca Dixital de Galicia nos da la oportunidad de leerla.  En la versión hay una dedicatoria manuscrita de la autora a Doña Emilia Pardo Bazán. El libro inicia con unas palabras dirigidas a D. Ramón de Campoamor, fechada en Londres , Marzo de 1894.

Por el título ya sabemos que el protagonista no es español. Descubrimos después que toda la novela está localizada entre Polonia y Rusia. Nos adentramos así en un lugar lejano y nos encontramos con gentes muy diferentes, cosa que es bastante original. El personaje principal es un joven estudiante de medicina que se acaba de graduar. Tiene que “salir” a recorrer algo de mundo para perfeccionar su conocimiento. Prometido con una joven tendrá que partir y esperar ambos un tiempo para poder casarse. Wolsky, un hombre de ciencia, optimista, y positivista, se tendrá que enfrentar a la terca naturaleza dispuesta a ponerle todas las zancadillas posibles.

Con una técnica fragmentaria, con saltos en el tiempo e interferencias entre los personajes que se encuentran después de cierto tiempo sin verse, lo normal es que en su momento se valorara negativamente. Sin embargo, recuerda en ciertos aspectos a las técnicas actuales de narrar en las que se rehúye de la continuidad temporal. ¿Era entonces un defecto? Posiblemente se valoró así.

 —Se equivoca usted, querido señor Pominski, no hay demasiados hombres aquí abajo, lo que hay es sobra de ignorancia y de pereza. Los hombres, cegados por la vanidad y el egoísmo, se agrupan, se apelmazan, se asfixian en los grandes centros, mientras que hay enormes superficies de tierra despoblada. Urge despertar á la vida intelectual y activa, esos miles de seres que vegetan en el mísero primitivo estado para que aprendan á trabajar, inventen industrias, guíen á sus hijos razonablemente y sean útiles á su prógimo.

 


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