Jorge Dioni López: La España de las piscinas

 


Todos sabéis que de vez en cuando echo una mirada a Un libro al día. A veces me generan tanto interés por un libro que rompo con el hilo de lecturas y me lanzo a por una de las que recomiendan. Este es el caso de La España de las piscinas, de Jorge Dioni López.  

Yo voy a decir poco de este libro que me parece muy interesante. La idea que defiende con abundantes pruebas es que el urbanismo es ideológico. Algo así como “somos en donde vivimos”. Los resultados electorales analizados barrio a barrio permiten mostrar que las tendencias de voto están claramente relacionadas con el tipo de vivienda que predomina. Pero no solo eso, sino que la política urbanística está dirigida a influir en la gente para que se disperse y así se mantengan diferencias y estructuras sociales propias de un país. En el caso de España, la política de estratificación social, de propiedad, tiene sus orígenes en una planificación de un ministro franquista, aunque sus raíces posiblemente se encuentren ya en el siglo XIX. La España de las piscinas hace referencia a urbanizaciones alejadas del centro de la ciudad, pareadas o individuales, con su piscina propia, que necesitan de dos personas jóvenes trabajando que usarán dos vehículos, llevarán a sus hijos a escuelas privadas y a extraescolares porque donde viven carece de esos servicios. Propician el individualismo, la segregación social y las desigualdades. Jorge Dioni quiere abrirnos los ojos para que se amos conscientes de este hecho. La idea es simple y apabullante. De hecho, quien no se muestre incrédulo basta que lea la introducción. Como dice el propio autor:

Cierro esta introducción con el historiador Tony Judt: «Si los bienes públicos —los servicios públicos, los espacios públicos, los recursos públicos— se devalúan a ojos de los ciudadanos y son sustituidos por servicios privados pagados al contado, perdemos el sentido de que los intereses y las necesidades comunes deben predominar sobre las preferencias particulares y el beneficio individual. Y una vez que dejamos de valorar más lo público que lo privado, seguramente estamos abocados a no entender por qué hemos de valorar más la ley —el bien público por excelencia— que la fuerza». Si este libro tiene algún mensaje, no hay que esperar hasta el final. Es ese.

Está bien.

 

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