Nora Okja Keller: Hija del bambú. Comfort women.

Comfort women o Mujeres de consuelo, es el título original de esta novela. Corresponde a la traducción del término japonés que utilizaban para llamar a las mujeres esclavizadas sexualmente por los soldados:
En los campos, donde los japoneses nos llamaban Jungun Ianfu, mujeres para el placer de los militares, solo nos enseñaron lo necesario para complacer a los soldados.
Con esta presentación uno se espera encontrar una desagradable novela narrando las barbaridades que los soldados japoneses perpetuaron sobre las mujeres en la invasión de Corea durante la Segunda Guerra Mundial. Pero cuando la empiezas descubres una extraña novela que habla de muchas más cosas.
Nora Okja Keller ganó el American Book Award en 1998 con este libro. Hija de una coreana y de un alemán, norteamericana residente en Hawái, ha hecho un notable ejercicio de descubrimiento de un pasado no muy lejano que nos resulta bastante ajeno. Japón ocupó la península de Corea desde 1910 hasta 1945. Cuando faltaba poco para acabar la segunda gran guerra, la URSS entró con ellos también en guerra y al acabar las dos grandes potencias decidieron dividir la península en dos coreas:
Todavía hoy me resulta raro pensar en Corea en términos de norte y sur, cobrar conciencia de que una línea que no veíamos ni sentíamos, una línea que cruzamos con dos pasos, cortaba en dos el cuerpo de mi patria.
Akiko, madre de Beccha, fue una de aquellas mujeres esclavas. Recogida por unos misioneros americanos, consiguió salir del país, ocupado primero y dividido después, al casarse con uno de ellos. Akiko es una especie de médium empeñada en enseñar a su hija todas las supersticiones y tradiciones de su país natal. De hecho, vive de ello; pues, tía Reno, cuando descubre que cuando la mujer entra en trance habla sobre los muertos de quienes está cerca de ella, pone en marcha el negocio que permite a todos enriquecerse. Beccha la considera una enferma mental. Intenta que su madre no salga mucho avergonzada del espectáculo sobrenatural que no se cree. Al mismo tiempo sufre la discriminación de su mestizaje en una tierra que no la reconoce como indígena.
Dice Irene Vallejo que detrás de los títulos está el secreto, a veces, del éxito. En este país hemos escogido el título Hija del bambú posiblemente para atraer a un lector que busca el exotismo, la frescura de lo oriental, especialmente de lo coreano, como yo mismo. Este libro nos enseña a llamar a las cosas por su verdadero nombre.


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