Tzvetan Tódorov: La literatura en peligro

 


Tzvetan Tódorov fue un lingüista y crítico literario (entre otras cosas) búlgaro-francés. Murió en 2017  y el libro que reseño, La literatura en peligro, es, en francés original, de 2007.

El tiempo pasa volando y, en ciertos campos, algo que se dijo hace más de diez años puede haber perdido totalmente su vigencia. Lo digo porque el ambiguo título de este libro hace referencia a la situación de la enseñanza de la Literatura en Francia en aquel momento. Quizás ya no esté allí en peligro. No obstante, considero que es un libro imprescindible pues el análisis que hace de lo que es la Literatura como objeto y como estudio/enseñanza es muy interesante. De hecho, si no fuera descabellado, sería capaz de copiar aquí todo el libro para que todo el mundo interesado lo pudiera leer.

Para empezar Tódorov nos dice:

Si hoy me pregunto por qué amo la literatura, la respuesta que de forma espontánea me viene a la cabeza es: porque me ayuda a vivir.

El problema al que se refiere en el título proviene de cómo se enseña en las escuelas Literatura (en Francia por lo menos).

La finalidad del análisis de las obras en la escuela no debería seguir siendo ilustrar los conceptos que acaba de introducir tal o cual lingüista, tal o cual teórico de la literatura, y por lo tanto presentarnos los textos como una ejecución de la lengua y el discurso. Su labor debería ser permitirnos acceder a su sentido, ya que postulamos que ese sentido nos conduce hacia el conocimiento de lo humano, que a todos nos importa.

Desconozco si en España o en Francia se dan o se siguen dando las clases de Literatura como afirma Tódorov que no deben impartirse. Vuelvo a decir que lo importante del libro es su planteamiento y el estudio que presenta de cómo ha ido evolucionando a lo largo de la historia el concepto de belleza y de Literatura. No quiero decir que no es un problema importante, en palabras de Tódorov, convertir la enseñanza de la Literatura en:

…enseñar las «seis funciones de Jakobson» y las «seis actancias de Greimas», la analepsis y la prolepsis, etcétera.

Según el crítico, que esto ocurra es una tendencia originada en la Universidad que se ha extendido por los críticos y que ha hecho, del mismo modo que los criterios que usan las agencias evaluadoras para acreditar a cualquier profesional se han convertido en principios directores de sus trabajos e investigaciones, que los escritores acaben confeccionando productos literarios técnicos y así:

… cabe preguntarse si no encontraremos aquí una de las explicaciones del escaso interés que suscita hoy en día la literatura francesa más allá de las fronteras del país.

La época en que la literatura sabía encarnar un sutil equilibrio entre la representación del mundo común y la perfección de la construcción novelesca parece haber quedado atrás.

Guardando las distancias me recuerda una entrevista a Pérez Reverte en la que el escritor popular afirmaba que antes de él, y otros pocos escritores como él, la gente no leía porque lo que se escribía no se podía leer. Tódorov no rechaza la literatura popular, especialmente para los jóvenes:

Las novelas populares no sólo han conseguido que millones de adolescentes leyeran, sino que además les han permitido construirse una primera imagen coherente del mundo.

Y en esa última idea es donde reside la importancia de la Literatura para Tódorov. Es decir:

El escritor es alguien que observa y entiende el mundo en el que vive antes de materializar este conocimiento en historias, personajes, escenificaciones, imágenes o sonidos. Por decirlo de otra manera, las obras producen sentido, y el escritor piensa.

Conocer a nuevos personajes es como conocer a nuevas personas, con la diferencia de que de entrada podemos descubrirlas desde dentro, cada acción desde el punto de vista del autor. Cuanto menos se parecen a nosotros esos personajes, más nos amplían el horizonte, y por lo tanto enriquecen nuestro universo.

«Las criaturas del poeta –escribe Charlotte Delbo– son más verdaderas que las criaturas de carne y hueso porque son inagotables. Por eso son mis amigas, mis compañeras, gracias a ellas nos unimos a otros seres humanos en la cadena de los seres y en la cadena de la historia.»

Si el objeto de la literatura es la propia condición humana, el que la lee y la entiende se convertirá no en un especialista en análisis literario, sino en alguien que conoce al ser humano. ¿Qué mejor introducción a la comprensión de las conductas y las pasiones humanas que sumergirse en la obra de los grandes escritores que se dedican a esta tarea desde hace miles de años? Y además ¿puede haber mejor preparación para todas las profesiones que se basan en las relaciones humanas? Si entendemos así la literatura y si orientamos así la enseñanza, ¿podría encontrar ayuda más valiosa el futuro estudiante de derecho o de ciencias políticas, el futuro trabajador social o psicoterapeuta, el historiador o el sociólogo? ¿No es beneficiarse de una enseñanza excepcional el hecho de tener como profesores a Shakespeare y a Sófocles, a Dostoyevski y a Proust?

La literatura puede hacer mucho. Puede tendernos la mano cuando estamos profundamente deprimidos, conducirnos hacia los seres humanos que nos rodean, hacernos entender mejor el mundo y ayudarnos a vivir. No es que sea ante todo una técnica de curación del alma, pero en cualquier caso, como revelación del mundo, puede también de paso transformarnos a todos nosotros desde dentro. La literatura puede desempeñar un papel esencial, pero para ello es preciso tomarla en ese sentido amplio y sólido que prevaleció en Europa hasta finales del siglo XIX y que está marginado en la actualidad, cuando lo que triunfa es una concepción absurdamente limitada.

«Escribir e imitar con una finalidad es lo que diferencia el genio de los pequeños artistas, que escriben por escribir e imitan por imitar, que se conforman con el pequeño placer de utilizar sus medios, que hacen de esos medios todo su propósito.»

Imprescindible.

 

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