G. García Márquez: Relato de un náufrago

Me he leído este libro de García Márquez porque es lectura obligatoria de mi hijo para la tercera evaluación y me daba vergüenza no habérmelo leído.
Dicho esto, estaba pensando que si me dijeran que en breve fuese a morir y que ya solo me quedaba esperar y tuviese la posibilidad de morirme leyendo algún libro, creo que escogería Cien años de soledad. Sí, sería hermoso morir sin dolor, tumbado en la cama con el libro entre las manos…
Relato de un náufrago
que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber,
que fue proclamado héroe de la patria, besado por las reinas de la
belleza y hecho rico por la publicidad, y luego aborrecido por el
gobierno y olvidado para siempre.
Yo no había vuelto a leer este relato desde hace quince años. Me parece bastante digno para ser publicado, pero no acabo de comprender la utilidad de su publicación. Me deprime la idea de que a los editores no les interese tanto el mérito del texto como el nombre con que está firmado, que muy a mi pesar es el mismo de un escritor de moda. Si ahora se imprime en forma de libro es porque dije sí sin pensarlo muy bien, y no soy un hombre con dos palabras.
G. G. M.
Barcelona, febrero 1970
Márquez ya había publicado Cien años de soledad cuando se edita Relato de un náufrago como libro. Yo tuve la suerte de leer hace muchos años un reportaje periodístico similar, que también fue recogido como libro (La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile). Honestamente no sé si me leí el reportaje correspondiente a ese libro. Sé que compraba el periódico (creo que El país) para leer los reportajes que se publicaron durante varios días. Los guardé, obviamente, pero ahora mismo no puedo localizarlos.
Márquez, además de ser un novelista extraordinario, fue periodista. Relato de un náufrago es una muestra de cómo un reportaje periodístico puede tener una repercusión social y política muy importante. No tengo claro si mi hijo habrá sido consciente del significado de este libro en su momento. El único comentario que me ha hecho es que cree que hay mucha descripción pero que pasan pocas cosas.
A pesar de las presiones, las amenazas y las más seductoras tentativas de soborno, Luis Alejandro Velasco no desmintió una línea del relato. Tuvo que abandonar la marina, que era el único trabajo que sabía hacer, y se desbarrancó en el olvido de la vida común. Antes de dos años cayó la dictadura y Colombia quedó a merced de otros regímenes mejor vestidos, pero no mucho más justos, mientras yo iniciaba en París este exilio errante y un poco nostálgico que tanto se parece también a una balsa a la deriva.
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