A. Schopenhauer: El arte de envejecer

 


Cualquier lector de Borges sabrá que reconoció en muchas ocasiones a Schopenhauer como uno de sus maestros. No sólo conocerá este hecho, sino que se habrá topado habitualmente en prefacios, cuentos, ensayos, e incluso en sus poemas, con el filósofo alemán. Paradójicamente, nunca había yo leído antes nada del autor de El mundo como voluntad y representación.

El arte de envejecer es un título que lleva a equívoco. Uno espera encontrar en él un ensayo o unas recetas para envejecer bien, en unas buenas condiciones; acabar con dignidad los últimos días de este deambular absurdo por el mundo… Pero Franco Volpi, en una excelente introducción a esta selección de aforismos que forman un libro más extenso que se titula Senilia, nos explica lo que vamos a encontrar:

En Senilia observamos, en cierto modo, al maestro del pesimismo ejercitar asiduamente este arte, que parece consistir para él en una actividad que podríamos definir como «biblioterapia»: la lectura profunda de los clásicos de todas las épocas […] Pero leer no es suficiente. Según la antigua tradición de aprendizaje la lectura debe ser acompañada por la escritura. «Nulla dies sine linea», es decir, «ningún día sin una línea» (Plinio el viejo. Naturalis historia XXXV, 84).

Es decir, El arte de envejecer es el producto de una vejez “bien llevada”. Una vejez dedicada en parte a la lectura y a la escritura. Y como leemos, Schopenhauer, en los últimos años de su vida, sigue reflexionando sobre muchos aspectos de la filosofía, la religión, la vida, la ciencia, la literatura… Destaca cómo echa en cara a sus detractores la "equivocación" que cometieron cuando atacaron a su figura y a su obra, pues la verdad y superioridad de su filosofía se ve respaldada por el éxito social y académico durante el último tercio de su vida.

Como podemos suponer no esperó la vejez para dedicarse a la lectura y escritura. Como nos dice en esta selección:

La cultura intelectual superior nos lleva paulatinamente a buscar entretenimiento casi solo en los libros y no más en los seres humanos.

La lectura, para Schopenhauer, es su forma de vivir.

Son varios los párrafos que he anotado. Aunque tenía la tentación de reproducirlos aquí creo que convertiría esta entrada en lo que no me gusta que sea una reseña. Así que me voy a limitar a copiar dos párrafos porque a mi juicio son absolutamente borgianos. También voy a evitar reproducir aquellos en los que Schopenhauer  muestra su misoginia espeluznantemente (no es de extrañar que aparezca en el artículo de Wikipedia que enlazo).

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En la Revue des Deux mondes del 15 de marzo de 1857, hay un artículo: Les Anglais et l’Inde, de un tal Major Fridolin, el cual estuvo en la India. En dicho artículo se narra, en parte también gracias a un informe especial y personal de un oficial inglés, un fenómeno extremadamente curioso, a saber: que en el reino de Ouda, en los bosques cercanos a Lucknow, ha ocurrido ya en varias ocasiones que un lobo ha raptado niños, incluso de tres años, y los ha alimentado junto a sus cachorros; después de lo cual el niño se ha transformado en algo animal y así se ha quedado. Incluso a un niño capturado ya con nueve años ha resultado imposible del todo educarle en las costumbres humanas, en el lenguaje y en la razón; se le ha tenido que encerrar en las jaulas de una casa de fieras junto a otros animales. Tras un suceso así la historia de Rómulo y Remo no sería una fábula.

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En Siècle, 10 abril de 1859, y posteriormente en el Journal du Magnétisme de Dupotet, del 25 de mayo de 1859, aparece la historia, descrita de manera muy bella, de una pequeña ardilla atraída de forma mágica por una serpiente hasta sus fauces.

 

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