W.G. Sebald: Austerlitz



En la segunda mitad de los años sesenta, en parte por razones de estudio, en parte por otras razones para mí mismo no totalmente claras, viajé repetidamente de Inglaterra a Bélgica, a veces para pasar sólo un día o dos y a veces para varias semanas. En una de esas excursiones belgas que, según me parecía, me llevaban siempre muy lejos en el extranjero, llegué, un radiante día de verano, a la ciudad de Amberes, que hasta entonces conocía únicamente de nombre. […]

Una de las personas que esperaban en la Salle des pas perdus era Austerlitz, un hombre que entonces, en 1967, parecía casi joven, con el pelo rubio y extrañamente rizado, como sólo había visto antes en Sigfrido, el héroe alemán de Los Nibelungos de Fritz Lang.

Así empieza la última novela de W.G. Sebald (1944-2001). Hace ya bastante tiempo leí Los anillos de Saturno. Tengo un recuerdo grato de un libro que antepone la belleza, la erudición, la historia, a la necesidad de una trama.

En esta ocasión el estilo y la idea que envuelve la vida de Austerlitz sigue siendo el mismo: belleza literaria, descubrimiento de la Historia, asombro del detalle que ante los ojos poco atentos o faltos de interés no saben reconocer la fuerza del pasado que, a fin de cuentas, es la explicación de nuestro presente y la clave, misteriosa, de nuestro futuro. 

Y sin embargo, reconociendo que quizás nada de eso sea suficiente para generar interés de un lector medio, Sebald nos propone acompañar al personaje en la búsqueda de su madre y de su padre a través de Europa (a través del espacio y del tiempo). Así recorremos lugares en los que la Historia se nos presenta tan sutilmente que casi has de ser un erudito para verla por muy encima que la tengamos. Porque el tiempo ha recubierto todo de una fina capa que ha cambiado el aspecto de las cosas, su forma, su sentido: el olvido.

¿Quién es Austerlitz? El hijo, quizás, de su Tiempo. 

Una delicia. 

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