J. Eugenides: Las vírgenes suicidas
Las vírgenes suicidas es uno de esos libros que empiezas a leer y
dices ¡guau, esto tiene una pinta estupenda! Y la verdad es que es así hasta,
más o menos, las dos terceras partes de la novela. Pero…
La fuerza inicial proviene de los
extraños acontecimientos narrados, de la tercera persona del plural que utiliza
para hacerlo, con una prosa ágil, rápida, que me suena al Dicker de La verdad sobre el caso Harry Quebert
que hace unos años me enganchó… (¡y eso que se escribió casi 20 años antes este
libro!) todo ello envuelto en un ambiente inquietante.
Para mí ha sido como si, mediante
un viaje en el tiempo-espacio, las protagonistas de Picnic en Hanging Rock hubieran surgido de nuevo de las páginas del
libro de Lindsay, no dispuestas a desaparecer en su misterio, para reencarnarse
en las hermanas Lisbon, empeñándose así en mantener vivo su recuerdo en mi
memoria. Estoy convencido de que ambos libros no tienen nada que ver así que se
han de entender mis palabras como un elogio...
Pero..., como el señor Eugenides no quiere escribir una novela al uso sino
mostrarse original (como Lindsay) y nos propone que la muerte de las jóvenes es
algo así como una metáfora de la vida, un sin sentido, algo carente de explicación,
podemos decir que acaba la novela sin terminarla:
La esencia de los
suicidios no era la tristeza ni el misterio, sino simplemente el egoísmo.
Algunos
ven en ese posicionamiento del narrador, con un final, digamos, ambiguo, su principal virtud. A
mí no me ha gustado. Es posible que cualquier final típico de novela de misterio,
más explícito, hubiera podido ser calificado de previsible, pero el que ha
escogido el autor me produce una sensación de escape fallido. Es como si
no hubiera sido capaz de imaginar un final potente, original, acorde con el
principio. La frase:
Las hermanas Lisbon quisieron hacerse cargo de decisiones que conviene
dejar en manos de Dios.
Suena a una excusa del autor: … “quisieron
hacerse cargo de decisiones que conviene dejar en manos del autor”.
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