I. Calvino: El barón rampante


He dudado mucho entre hacer o no hacer esta reseña. La razón, que ha sido una lectura para una tertulia literaria en el IES en el que trabajo (Tertulias dialógicas). ¿Y por qué no hacer la reseña? Pues no sé, ya hablamos del libro en esa tertulia y he sentido como que la reseña ya estaba hecha. Por cierto, ¡es la primera tertulia a la que asisto! Bueno, como ven, al final me he decidido por escribir también la reseña. 

Con esta lectura, además de la (interesante y agradable) experiencia de participar en la tertulia, he tenido la oportunidad de releer un libro que creo yo que leí en la adolescencia. Y digo adolescencia con poca seguridad, pues lo único que puedo confirmar es que hace mucho tiempo (aunque 30 años, por ejemplo, es mucho tiempo, pero por entonces yo tenía 20 y llamarme 'adolescente' a esa edad ahora me da ciertos reparos).

En fin, desde ese punto de vista, ha sido algo extraño. El tiempo dejó en mi memoria el recuerdo de la historia casi al completo. Además, la adornó con cierta áura de originalidad y calidad. Así que la decisión de volver a leer este libro no estaba exenta de cierto riesgo: el de acabar con un recuerdo hermoso de un libro ya leído.  Afortunadamente no ha ocurrido nada de esto. 

Sigo creyendo que es un buen libro, muy original y con una presencia notable de inteligencia en la escritura, tanto en el estilo, como en la trama. Inteligencia imprescindible para desarrollar una historia tan arriesgada como ésta: porque a ver cómo si no, uno se las ingenia para mantener sobre las ramas de los árboles al barón rampante

Entonces ¿qué ha sido lo extraño en la relectura?

Un sentimiento de tristeza que me ha acompañado desde el principio hasta el final. 

El día de la tertulia consideraba que el origen de mi tristeza era el personaje central: Cosimo. Sigo pensando que es un personaje que te provoca cierta pena pues, aunque decide mostrar su valía permaneciendo en los árboles, creo que al renunciar a volver a poner los pies en el suelo, se pierde muchas cosas. (Enseñanza que cada uno de nosotros nos podemos aplicar ya que, seguramente, casi todos somos esclavos de algunas de nuestras obsesiones o cabezonerías que adoptamos hace mucho tiempo y que somos incapaces de abandonar). No obstante, ahora que escribo esta reseña, pienso que también estaba un poco triste por esa experiencia de volver a leer algo que leí mucho tiempo antes. Quizás la melancolía que supone echar la vista atrás para verse uno mismo viviendo la vida ya vivida fue la principal responsable de mi emoción de tristeza.

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