E. Waugh: Retorno a Brideshead
Hace casi 18 años estuve en el Louvre. Recorriendo el colosal museo se
nos hizo tarde para visitar la celebérrima Gioconda.
Fuimos corriendo pero llegamos cuando faltaban unos minutos para cerrar el
museo. La sala estaba llena. El cuadro estaba dentro de una cabina de cristal
antibalas. Hacerle fotos creo que no estaba permitido, aunque me imagino que si
alguien las hubiera hecho, aquella cabina de cristal habría tenido efectos
muy negativos. De repente, al tiempo que
una persiana cubría el cuadro, un guardia nos empezó a increpar a todos echándonos
de la sala casi a empujones. Indignados por su trato, salimos de allí
conscientes de que habíamos contemplado el famoso cuadro durante a duras penas
unos pocos minutos y que algunos, quizás, no lo volveríamos a ver.
Al leer Retorno a Brideshead he tenido la sensación de estar viviendo una
condena de esas de los dioses o semidioses de la antigüedad, en la que, de
manera cíclica, entraba y me tiraban de aquella sala en la que está la Gioconda. El libro está plagado de
bellos pasajes pero, bien sea por su propio estilo o por las circunstancias
personales que el día a día me depara, me he visto continuamente desenganchado de
su lectura, haciéndoseme ésta, como valoración general, pesada. No obstante,
creo que es un buen libro que vale la pena leer. Aunque posiblemente haya que
hacerlo cuando se disponga de cierta tranquilidad o, si no, esperar los meses
de estío en los que uno podrá degustar de su exquisita prosa al tiempo que se
toma un martini bajo una sombrilla
agitando la fresca agua de la piscina con una mano despreocupada.
Según dicen, Retorno no es la mejor novela de Evelyn Waugh, aunque creo que sí
es la más conocida. Puede que por eso, por no ser una novela “redonda”, haya
tenido yo la sensación que acabo de describir. Aunque yo creo que hay dos
hechos que también lo explican.
Por un lado, tal y como nos cuenta el propio
autor, escribió el libro cuando se hirió al caer en paracaídas en diciembre de
1943. La fortuna hizo que estuviera apartado del combate durante un largo periodo cosa que le permitió acabarlo
en junio de 1944. Es por tanto un libro escrito con toda la fuerza, que a veces
acompaña el proceso creador, de principio a fin. En numerosas ocasiones esta
fuerza se desvanece al poco de empezar y produce como efecto que el libro pierde
ritmo y valor artístico. En este caso, yo diría que Waugh lo ha escrito a
impulsos, sometido como estaba a la tensión propia de vivir una tremenda
guerra.
Y esa circunstancia también es clave para entender la sensación que produce el libro: mirar hacia atrás en ese momento, una época deprimente, de privaciones y de continuas amenazas, le permitió crear una atmósfera muy especial al tiempo que grandes temas (educación, alcoholismo, religión, muerte, divorcio) surgen aquí y allá. Pero ese punto de vista está muy alejado del que tiene un lector moderno.
No obstante las circunstancias en que fue escrito y el momento que relata, Retorno admite una interpretación de amplia visión: la descripción y comprensión del fin de una época. Interpretación que le confiere un carácter atemporal y universal digno de toda buena obra literaria.
Y esa circunstancia también es clave para entender la sensación que produce el libro: mirar hacia atrás en ese momento, una época deprimente, de privaciones y de continuas amenazas, le permitió crear una atmósfera muy especial al tiempo que grandes temas (educación, alcoholismo, religión, muerte, divorcio) surgen aquí y allá. Pero ese punto de vista está muy alejado del que tiene un lector moderno.
No obstante las circunstancias en que fue escrito y el momento que relata, Retorno admite una interpretación de amplia visión: la descripción y comprensión del fin de una época. Interpretación que le confiere un carácter atemporal y universal digno de toda buena obra literaria.
Por cierto, aunque no tenga nada
que ver con el libro, las navidades pasadas volví a ver la Gioconda en el Louvre.
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