J.M. Coetzee: Foe





Ahora que las vacaciones de verano se acaban, caigo en la cuenta de que este verano casi todos los melones que he comido estaban muy buenos. Yo diría que como mucho dos no estaban muy dulces aunque no pasados, la verdad, ninguno estaba pasado; esos dos quizás un poco pepino, como se dice.

Puede que la agricultura haya alcanzado un grado de sofisticación tan alto que encontrarse con un melón malo sea cosa pretérita; aunque, sin ánimo de parecer engreído, haber estado unos diez años vendiendo melones (entre otras cosas) a la clientela exigente que veraneaba en la playa de Gandía creo yo que también tendrá algo que ver a la hora de elegir, en mi caso, un buen melón. Sin embargo, acertar con un libro, y mira que he leído, no es tan sencillo.

No es la primera vez que digo que si algo me hace seguir leyendo es toparme de vez en cuando con un libro que me hace sentir ese cosquilleo que la gente siente al hacer una cosa que le fascina. Foe ha sido uno de esos libros.

Me compré hace mucho tiempo este libro porque se encontraba en la intersección de las obras que mi guía literario H. Bloom recomienda y los galardonados con el Nobel. De entre las obras de Coetzee que tengo, esta fue la más difícil de conseguir. Ahora está reeditado, pero hace unos años encontrar esta edición de Alfaguara no me resultó fácil (no obstante, esta edición se puede encontrar en www.iberlibro.com a un precio asequible).

Empezando ya por la edición, el libro me gusta. Está editado antes de que le fuera concedido el Premio Nobel, así que en el libro no hay ninguna mención a ello, cosa que me resulta muy agradable. Además, Alfaguara hizo una edición muy sobria, muy alejada de las de ahora (casi todas con imágenes evocadoras de la historia que se cuenta, cosa que, si lo pensamos bien, es lo último que necesita un buen lector, el cual, si algo busca, es empezar a leer la contraportada y echar un vistazo al interior cotilleando algunas frases a la espera de que suenen como un susurro irresistible). Bueno, yo no suelo hacer eso, pero estaría bien hacerlo.

Volviendo a la edición. Muy agradable, papel encantador, tamaño de letra delicioso, cosida…; quizás, por poner alguna pega, condenada a que las tapas se suelten en un futuro no muy remoto.

Alguno pensará que Foe ha de ser un rollo de esos que a mí me gustan y que nadie soporta. Y puede que lo sea. Pero yo diría que es un libro Literatura. No sé si el título ha hecho pensar a alguien en Defoe, en mí caso, desde el principio. Y lo más curioso es que desde el principio pensé en Robinson Crusoe. Sí, de la misma manera que alguien confunde a Cervantes y al Quijote y cuando dice el nombre de uno se está refiriendo al otro y viceversa al leer Foe (realmente leía Defoe) yo pensaba en Robinsón.

Lo que a mi me apasiona desde el inicio es que la protagonista, Susan Barton, llega a una isla desierta y se encuentra en ella a Cruso y a Viernes. Empieza a convivir con ellos y cuando finalmente un barco que pasaba por allí se acerca a la isla, se empeña que tanto Viernes como Cruso se embarquen hacia Inglaterra. Cruso muere en la travesía de regreso a Inglaterra y Susan (y Viernes) opta por buscar al señor Foe para venderle (contarle) la historia del naufragio de Cruso y de Viernes en la isla desierta.

A partir de ese momento (¿a partir de ese momento?), todo es literatura. Personajes y realidades se mezclan como una realidad y una ficción tan próximas que se asemejan a un objeto y su imagen en un espejo fotografiados. Una historia relativamente sencilla pero que te hace pensar y vibrar porque, por una de esas casualidades que ocurren de vez en cuando en la vida, suena a la frecuencia justa que hace que algo en tu interior resuene.

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