M. Proust: En busca del tiempo perdido 1: Por el camino de Swann (continuación)
Pero, ¿de qué va Por el camino de
Swann?
Este primer volumen está dividido
en tres partes. En la primera se presenta el narrador como un niño, mejor
dicho, como un ser, muy sensible y observador. Se presenta de una forma
original, desde la distancia temporal y espacial, a través de la rememoración,
remitiéndonos a detalles y reflexiones.
Además de presentarse a sí mismo y a su familia nos sitúa en Combray. Es chocante saber que hay una
población con ese nombre, pero que realmente Combray es un lugar imaginario, una creación artística, como toda
la obra, a pesar de que se puede seguir la pista a cada personaje y a cada
lugar asociándolo con un lugar real y una persona que realmente existió. Pero Combray no es solo la casa, el campo,
los vecinos; también las relaciones sociales, el mundillo familiar, el cogollito. Lugares, personas, tiempo,
relaciones sociales, reflexiones, sentimientos, todo se interrelaciona para
crear un universo literario asombroso. Y así, esta primera parte se puede
entender como una declaración de principios literaria:
Pero el genio, y aún un gran talento, proviene más bien que de
elementos, intelectuales y de refinamientos sociales superiores a los ajenos,
de la facultad de transponerlos y transformarlos.
Y ocurre igualmente que los productores de obras geniales no son
aquellos seres que viven en el más delicado ambiente y que tienen la más lúcida
de las conversaciones y la más extensa de las culturas, sino aquellos capaces
de cesar bruscamente de vivir para sí mismos y convertir su personalidad en
algo semejante a un espejo, de tal suerte que su vida por mediocre que sea en
su aspecto mundano, y hasta cierto punto en el intelectual, vaya a reflejarse
allí: porque el genio consiste en la potencia de reflexión y no en la calidad
intrínseca del espectáculo reflejado.
Es decir, Proust propone algo
nuevo, literariamente hablando, y se aleja del Realismo y del Naturalismo.
En la segunda parte nos habla de
la relación entre Swann y Odette.
Sin lugar a duda una relación enfermiza por parte del caballero, digna del
análisis de Freud, el paradigma de los celos.
Las tres cuartas partes de las dolencias de las personas inteligentes
provienen de su inteligencia.
Una relación, digamos, contra natura, que va a hacer que el
señor Swann acabe siendo mal considerado por parte de esa sociedad tan
encantadora que el narrador nos ha presentado.
Y la tercera parte es algo así
como un momento de calma después de la tormenta. LA tormenta ha pasado pero los
destrozos no se van a recuperar del todo. Swann y Odette se han casado y tienen
una hija: Gilberta. Y el narrador se enamora
de ella (decir enamorarse es algo
complicado de entender si no lees la obra, digamos que se enamora a lo Proust).
Pero la familia del narrador no ve con buenos ojos esa amistad. El propio Swann
duda de que sea una relación conveniente. Y esta situación es el punto de
partida del segundo tomo: A la sombra de
las muchachas en flor.
Todos necesitamos alimentar en nosotros alguna vena de loco para que la
realidad se nos haga soportable.
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