E. Hemingway: Fiesta
Un día estuve en una conferencia
de una escritora que decía que una novela no se puede escribir sin
descripciones. La vergüenza, supongo, me hizo no hacer ningún comentario sobre El Jarama. No es extraño oír hablar a escritores de
fama, merecida o no, que dicen que escribir es adjetivar. En fin, que uniendo estos dos argumentos,
podemos decir que en una novela tenemos que encontrarnos descripciones llenas de adjetivos. Y creo que en
general así ocurre en casi todas las
novelas. Casi…
Y es que en Fiesta, Hemingway nos demuestra que, siendo muy complicado eso de
no hacer descripciones, se puede hacer una novela ahorrándose, de una manera
asombrosa, los adjetivos. Yo, que suelo dejarme arrastrar por el estilo sin
prestarle demasiada atención, no he podido dejar de lado esa característica tan
peculiar de este libro. Y digo este, porque en los otros libros que he leído
del Nobel norteamericano, no me ha sido tan visible esta falta de adjetivos.
Quizás por eso me ha resultado
difícil de leer. No ha sido hasta pasar
la mitad del libro o así, cuando me he acostumbrado a ese lenguaje seco,
arisco, que a fuerza de arañarte los ojos, molesta. Posiblemente ha sido cuando he entendido que
Hemingway utiliza ese estilo para envolver y realzar a sus personajes, pasados todos un poco de rosca, la verdad, que buscan en la fiesta, en la naturaleza (pesca), en lo exótico (Paris, España),
una vía de escape a sus, digamos, tensas vidas.
Un clásico de esos que te tienes
que leer.
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