K. Ishiguro: Los restos del día
En la vida, posiblemente, no nos
queda más remedio que repetirnos si queremos mostrarnos como somos. Y aunque temo
que me repito…, allá en el 2001, cuando me casé, mi amigo Carles me regaló La caverna, de Saramago, y, sin que
fuera su intención, me convirtió en un seguidor (y perseguidor) de los premios
Nobel de Literatura. Por eso tengo en mi biblioteca al menos un libro de todos
los galardonados con este premio. Eso explica que en muchas ocasiones mis
reseñas sean de autores que han recibido esa honrosa distinción. (Para no decir
mentira, me faltan un par de autores, pero eso es harina de otro costal).
Dicho esto, no es de extrañar que
en esta ocasión me haya leído un libro de Kazuo Ishiguro.
Los restos del día es una famosísima obra. Puede que no sea la
mejor de Ishiguro, no tengo ni idea porque no he leído otra, pero es evidente
que si alguien se quiere aproximar a su obra, este libro quizás sea el primero
que ha de leer.
Voy a utilizar las palabras de
Kazuo en su discurso para describir la historia:
La novela […] versaba sobre un mayordomo inglés que descubre, demasiado
tarde, que ha llevado una vida basada en valores equivocados y que ha dedicado
sus mejores años a servir a un simpatizante nazi; que al no haber asumido una
responsabilidad moral y política a lo largo de su vida, tiene una honda
sensación de haberla malgastado. Y algo más: que en su empeño por convertirse
en el sirviente perfecto se ha prohibido amar o recibir el amor de la mujer que
le atrae.
Creo que si le preguntase a mi
amigo Carles qué opinión tiene sobre esta novela, en una primera lectura me
diría: una noveleta. Y me ha parecido
leer en alguna entrevista al autor, que él mismo no considera al diligente
mayordomo Stevens como un personaje “redondo”.
A mí también, como una lectura
sin profundizar demasiado, me ha parecido un libro que está bien, y poco más.
Aunque, si no es demasiada presunción decirlo por mi parte, lector de premios
Nobel como soy, sí que me parece una novela con un halo de Nobel.
Lo restos del día es una historia que admite una lectura alegórica que perdurará en el tiempo.
¿Pues alguien puede decir que no hay algo de Stevens en nosotros mismos?¿En los
políticos que nos gobiernan? ¿En la sociedad a la que pertenecemos? Cada vez
que hacemos algo en pos de la dignidad, eso que para Stevens es tan difícil de
definir pero que a grandes rasgos es hacer bien nuestro trabajo sin
cuestionarnos sus consecuencias ni sus intenciones, esforzándonos en cumplir
las órdenes de nuestros jefes o responsables porque se supone que ser un buen
trabajador, un buen profesional, es hacer bien nuestro trabajo, ¿no somos como
Stevens?
Reflexionando sobre Stevens me he
dado cuenta de que la noveleta tiene
algo más que cualquier noveleta a las que me refiero “despectivamente”.
Aunque Stevens no sea un personaje redondo que evolucione lo suficiente para
conmovernos, el libro tiene la virtud de que tras su lectura hablas del personaje (al menos en mi
caso), sin prestarle demasiada atención al estilo o a la sintaxis. Sin duda
Kazuo siguió el consejo de otro Nobel, mucho más grande, Faulkner: cada historia exige su propio estilo en gran
parte, por lo que el escritor no tiene que preocuparse por eso. Si está
reflexionando sobre el estilo, entonces escribirá algo precioso y vacío de
contenido.
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