V. Nabokov: Ada o el ardor.


Ya sabía yo que leer alguno de los libros que decían en aquel artículo que eran obras maestras que costaban acabar me iba a deparar alguna que otra alegría. Este es el caso. Y la verdad, no sé por qué es para alguien difícil de acabar esta novela. Es decir, no encuentro una dificultad especial, salvo que a alguien le cueste leer obras literarias en las que se cuida el lenguaje. 

Dicen que Nabokov quería ser recordado por esta novela, publicada en 1969 (cuando un servidor vio por primera vez la luz de este mundo). Supongo que ya era consciente que iba a ser recordado por Lolita y lo que intentaba era quitarse ese yugo de encima. Dicen que le llevó 10 años escribir Ada o el ardor y que empezó siendo dos historias distintas que luego entrelazó. La verdad que todo eso da lo mismo. 

Ada o el ardor es una tórrida historia de amor entre dos primos, que realmente son hermanos, desde la adolescencia hasta los ochenta años en los que sentados en el cumpleaños echan la vista atrás para recordar una vida compartida, aunque durante años estuvieron separados. Bueno, eso de sentados en su cumpleaños tampoco es que sea así del todo, pues el libro son una especie de memorias de Van, pero leídas y anotadas por ambos e incluso por un editor que aparece y desaparece a su antojo. Contada de esa manera tan original, con un lenguaje claramente literario (como ya he dicho antes) trata de la pasión sexual, del amor, de las convenciones sociales, del recorrido al que llamamos vida, de las consecuencias de nuestros impulsos, de la esclavitud a nosotros mismos, de la ciencia, bueno, como toda obra que busca ser obra maestra, de casi todo. Digo tórrida al principio de este párrafo porque, aunque el sexo no sea algo demasiado explícito, es algo implícito en la historia de pasión que hay entre Ada y Van. 

Creo que es una obra que hay que leer y que muestra cuán cerca estuvo Nabokov de los grandes autores del siglo XX. Pero, a mi juicio, también pone de manifiesto que, aunque estuvo realmente cerca, se quedó un peldaño por debajo de aquellos. Posiblemente porque se nota que quiere ser bueno.

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