W. Gaddis: Ágape se paga
Tarde o temprano iba yo a acabar
leyendo a Gaddis. Desde que leí su nombre al inicio de una novela de Menéndez
Salmón me andaba rondando por la cabeza; esperando una oportunidad.
Gaddis escribió cinco novelas.
Dos de ellas ganaron el National Book Award. Se le considera un escritor difícil, exigente con sus lectores,
alejado del éxito comercial y ocasionalmente rechazado por la crítica. Sus
obras, según Wikipedia, se han convertido en clásicos modernos.
Ágape se paga, es su última novela, que apareció póstumamente, al poco
de morir el autor. Me hubiera gustado que la primera lectura de Gaddis fuera
Los reconocimientos, pero esa impone por su tamaño, mientras que esta, a pesar
de tratarse de una novela-párrafo, es cortita y por tanto más manejable
(aparentemente).
Ágape se paga aparece como una novela que estaba escribiendo un
personaje de Gaddis en una novela anterior. Por tanto está incluida en un
universo personal y puede que leerla así, sin conocer nada más del autor, no
sea lo mejor. Sin embargo, una vez que empiezas está claro que lo que nos
cuenta y lo que pretende el autor se puede llegar a entender sin necesidad de
recurrir a las otras obras (si es que se entiende algo).
Esta es una novela que para comentarla no tienes mas remedio que ir
echando mano de citas para poder describir medianamente cómo es, pues en otro
caso creo que habría que volver a escribirla. Empieza así:
No, pero… vamos a ver: todo esto tengo que
explicarlo, porque no sé, no sabemos cuánto tiempo queda, y tengo que ponerme a
trabajar en el, terminar esta dichosa obra mientras por qué me habré traído
todo este montonazo de libros notas papeles apuntes recortes y a saber cuántas
cosas más, a ver si lo pongo en orden y me organizo cuando divida estas
propiedades y proceda al reparto y me quite de encima todo el follón y me libre
de las preocupaciones concomitantes y sincomitantes mientras aquí me tienen
retenido para abrirme en canal y rebañarme los dentros y coserme o graparme o
lo que sea, ….
Es decir, nos encontramos al escritor, que poco a poco se nos presenta
enfermo, preocupado por la muerte, haciendo planes sobre el futuro, sobre sus
hijas, el fisco, la herencia en vida, y al mismo tiempo obsesionado en acabar
el libro que está escribiendo sobre un tema que lleva investigando durante
mucho tiempo, amontonando fuentes, reflexionando sobre el asunto y con el ansia
de compartir sus pensamientos antes de lo que parece demasiado próximo: la
muerte.
¿Y cuál es ese tema tan importante? La historia de la pianola mecánica.
Sí, suena a cachondeo. Pero la pianola representa algo muy importante para el
autor: la sustitución del artista por un mecanismo mecánico. Y todo lo que ello
conlleva: reproductividad, mercantilismo, pérdida de originalidad, capitalización
del ocio, etc, etc. No esconde Gaddis que todos estos temas ya los trató W. Benjamin
muchísimo tiempo antes (que curiosamente leí hace unos años, pero que no
recuerdo con claridad). Pero no se limita a hablar de los años en que la pianolas
fueron muy importantes; nos hace ver que su desaparición no fue porque dejaron
de interesar, sino porque aparecieron nuevos entretenimientos gracias a los
avances tecnológicos que revolucionaron la forma de hacer arte, de consumir
arte: A la espera de que nos entretengan porque es ahí
donde empezó todo y es ahí donde todo termina, evitar el dolor y buscar el
placer.
Esas hojas perforadas que utilizaban los primeros ordenadores
sin duda estaban inspiradas por el mismo funcionamiento de las pianolas con sus
cilindros llenos de salientes que conseguían que las teclas sonasen para
entretener a los oyentes. Entretener sin el artista, sin el sentimiento, solo
con la reproducción fría y mecánica. Y el protagonista de Ágape se paga se
lamenta: Lo cierto es que he caído en el olvido, me he quedado en un estante con
los muertos, los blancos muertos en el programa académico de turno, mis premios
se han olvidado porque hoy todo el mundo da premios a ese rebaño supino que
anda ahí fuera a la espera de que alguien algo lo que sea le dé
entretenimiento, que ocio ya tiene […] ahí está Flaubert, eso es, «Todo
el sueño de la democracia», dice, «consiste en elevar al proletariado al mismo
nivel de estupidez alcanzado por la burguesía».
Y ahí está Gaddis, en su estilo, buscando lo peculiar, alejándose
de la forma estándar de narrar, de la temática de entretenimiento banal,
exigiendo al lector, citando, esperando que el lector sea culto o se interese
por lo que dice para que la lectura transcienda, vaya más allá: deje de ser un
mero entretenimiento.
Desafortunadamente, quizás porque el protagonista, porque el
propio Gaddis, ya siente muy próxima la muerte, la reflexión se va haciendo mas
confusa. Reflexión sobre la propia obra. Quizás lamentación porque un creador
acaba siempre hablando de lo mismo. Auto reproduciéndose, auto plagiándose,
convertido en la pianola que se reproduce a sí mismo. Y el libro acaba de una manera brusca y
extraña:
Ésa era Juventud con su intrépida exuberancia
cuando todo lo que se dice todo era posible perseguida por Vejez donde estás
ahora, mirando atrás a lo que destruimos, a lo que arrancamos del yo que podía
hacer más, y su obra que se ha tornado mi enemigo porque de eso es de lo que
puedo hablarte, de esa Juventud capaz de todo.
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