R. Valle-Inclán: Luces de bohemia


Desde la primera palabra, de la primera Escena, esta obra me ha llenado el alma de tristeza. Posiblemente no pasé en el instituto de leer alguna que otra escena en las clases de Literatura y, puede que viese la película, o alguna representación en la televisión. La escena XII la tenía grabada desde aquellos años (supongo los 16).  No solo esa Escena, sino que algunas frases las tenía grabadas en mi memoria literaria interna. Es una obra intelectual, humorística y trágica, iniciadora del Teatro del Esperpento. A pesar del horror que me ha ido invadiendo en su lectura, en algún momento he reído y en otros (una o dos ocasiones, Valle es sabio incluso en esto) he apretado los párpados. Yo diría que Valle-Inclán puso de todo porque quería hacer una obra espléndida. Quizás si hubiera evitado algunas referencias oscuras o de difícil interpretación para un público lejano, hubiera escrito una obra maestra atemporal y universal. No sé por qué, pero tenía la idea de que Luces de bohemia, como si fuera una característica general del teatro de Inclán, era una obra de humor negro, tocada de cinismo y sarcasmo. Pero ahora pienso que es una impresionante obra que muestra lo terrible de la condición humana. Max Estrella es el Alonso Quijano moderno que ya no tiene Dulcineas que servir, ni entuertos que arreglar, ni dragones que vencer. El suicidio por la miseria no es lo suficiente poético o literario; solo le queda buscar por las esquinas de la penuria la muerte.

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