M. Dueñas: La templanza


Yo diría que María Dueñas escribe condenadamente bien este tipo de novelas. No es que tenga mucho fundamento mi aseveración, pues no me he leído su gran éxito y opera prima El tiempo entre costuras, ni su anterior novela. Pero no me importa generalizar en este caso.
A mí me ha sugerido otras lecturas, otros autores. He rememorado al mismísimo Conrad por el exotismo y la aventura asociada a la Antillas. Incluso, puede que exagerando, a Carpentier por la proximidad geográfica en la que ocurre la novela. Y puestos a tener referentes menos literarios, a la famosa serie Falcon Crest. Ya; ya sé que tengo cierta edad.
Pero claro, no encuentras ni la fuerza "aventuresca" de Conrad, ni la prosa asombrosa de Carpentier, ni la ligereza visceral de la serie televisiva.
Y es que Dueñas quiere contar una historia grandiosa. Atractiva para un gran público. Épica, en busca del boca a boca que hace de una novela un éxito de ventas.
Lástima que en ocasiones recurra a técnicas demasiado best-selerianas. Por ejemplo, el uso de la repetición de los hechos que sugieren los manuales para que el lector no se pierda y se alcance un número considerado de páginas que permita a la editorial justificar el precio del libro por su tamaño. Dicen que cuando eres un maestro de este tipo de novelas te puedes permitir el lujo de llegar a repetir hasta tres veces lo mismo. Pero que antes de llegar a tener cierto nombre en el mundillo literario-cultural, no pases de una única repetición de lo dicho. Entre otras cosas porque puede que el lector se sienta tratado como un idiota al serle recordado tantas veces lo que ya ha ocurrido. Aunque yo diría que, en este caso, alguna repetición, casi yuxtaposición, es debida a una imposición editorial pegando el tijeretazo de algunos capítulos para evitar ciertos riesgos (editoriales) innecesarios.
A mi lo que menos me ha gustado ha sido el embrollo sentimentaloide  que explica el misterio que supuestamente existe desde el principio. Si al menos  hubiera habido un poco de humor, a lo Benavente en Los intereses creados, que me sacara alguna sonrisa o un poco de amoroso ardor a lo Madame Bovary ...
Pero no, Dueñas ha querido acabarla tan previsiblemente que casi no vale la pena leer a partir del capítulo 40, y lanzarte a imaginar cualquier otro final, seguramente más original.
 
En fin, como he dicho en otras ocasiones, envidia la mía por no escribir una obra como esta que ha salido a la venta creo que con 100000 ejemplares.  Eso sí, los que conocen mis lecturas y no comparten mis gustos (pedantes en muchas ocasiones, no se me caen los anillos por reconocerlo), seguramente disfrutaran con esta lectura.

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