
Se nota que el señor Twain se lo pasó bien escribiendo este libro. Este famoso escritor norte-americano rezuma mala leche al estilo EEUU decimonónico. Es decir, un estilo muy alejado del seco y duro sarcasmo
mediterráneo. Comparado con los
Sueños de Quevedo esta novela corta no pasa de cuento moral; incluso menos agresivo que los cuentos de Andersen (que no sé si alguna vez acabaré de leer). Lo bueno del libro es ver cómo desarrolla la idea Twain para dar una lección moral a sus coetáneos. Me lo imagino sentado en su
cátedra, mirando por encima del hombro al resto de conciudadanos, con una sonrisa burlona.
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