
Decir que cuando leí
Las geórgicas de
Simon entendí perfetamente de qué iba el libro sería un error estúpido. Eso no quita, puede ser pura pedantería, que el efecto que provocó en mí fuera agradable de veras. Cuando leí
El mundo alucinante de
Arenas, lo hice con la mosca detrás de la oreja, dado el halo especial que rodea al tristemente conocido escritor cubano. Ahora que he finalizado esta gran obra de
Donoso, me han venido a la memoria otros libros. Esto que podría ser un elogio al libro, no lo es realmente. Pues el libro no me ha dicho nada. Raro es, y puedes imaginarte que detrás del mundo alucinante que relata, hay alguna poderosa idea. Aunque se publicó en 1970, acabada en 1969, año en que nací y le concedieron el Nobel de Literatura a
Beckett, esta coincidencia puede explicar un poco el sinsentido que engloba toda la novela.
Pinochet queda lejos, incluso
Allende.
Frei Montalva, presidente Demócrata Cristiano, de estos tarados que quieren llevar el catolicismo a cada rincón del
puto mundo, puede que sea la clave de la novela. Pero rascar en lo local no es más que otra prueba de la falta de universalidad. La tenía que leer: y ya la he leído.
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