S. Lorenzo: Los asquerosos
Santiago Lorenzo se
ha colado en las listas de Top Ventas con Los asquerosos. Aunque no suelo
hacer yo mucho caso a estas listas, he pensado que empezar septiembre con algún
libro de éxito sería una buena idea.
Además, el escritor es lo suficientemente atípico
y la editorial lo
suficientemente alternativa para que
llamen la atención de un lector como yo.
Y la verdad es que no me
arrepiento en absoluto. Son varias las razones para recomendar este libro. En
primer lugar, su estilo tan original. Dice el autor en una entrevista, que le
sale así, de forma natural:
No sé de dónde sale. Uno es repipi por naturaleza, uno es un repollo
natural. En lugar de calabaza, un repollo natural, y a mí estas repolludeces me
salen así, para bien o para mal.
Ese estilo tan marcado te atrapa
desde el inicio, cuesta algo, te parece poco
literario, algo canalla, casi una jerga desconocida, propia de un Madrid
moderno, castizo, alejado del litoral.
Y así pasaba mi sobrino la vida. En suspensión, abismado en su
embobamiento deliberado. Mirando absorto cómo el escaparate de sus
preocupaciones permanecía vacío, sin un puto zapato, maniquí ni cartelito de
precios, a pared en bolas y con la luz de la tarde lamiendo lánguida la tela de
forro del expositor desocupado.
Otro de los motivos por los que
el libro se nos muestra original es su tema principal: la vida en soledad versus la vida social. Manuel, el protagonista, sobrino del
narrador, es un joven que ya desde niño se había acostumbrado a apañárselas solo.
Después, las extrañas circunstancias, la puta
casualidad diría el tío, le llevan a la soledad forzosa que supone vivir en
una aldea abandonada de nuestra peculiar Castilla. Lo que para un ser sociable,
amante del trato con las personas, de la vida urbana, hubiera sido una cruel
tortura, a Manuel le cae como una bendición. Su nueva soledad se convierte en
una especie de milagro, una comunión con la naturaleza muy especial, porque no
es, simplemente, un canto bucólico o ecológico, un llamamiento a retornar a la vida
campestre para luchar contra los males de nuestro mundo; no, es un canto a uno mismo:
…tener un momento de exacta paz, curiosa y perfecta, abajo, sin nadie, en
soledad incuestionable, con un océano de silencio sobre él y paladeando un rato
de quietud torrencial incomparable a cualquier otro.
Manuel, en su huida, llega al
lugar en el que quiere realmente estar, lobo solitario, alejado de cualquier
otro ser humano.
Aunque un personaje como este no
parece propio paras identificarnos con él, la maestría del autor lo consigue; y
aunque he de reconocer que cuando andaba por la mitad del libro pensé que lo
iba a dejar de lado ya que tanto amor a la soledad me estaba haciendo sentir
mal por inmiscuirme en su dichosa vida, a partir de ese momento, de repente,cuando
aparecen los asquerosos, la cosa vuelve a engancharte:.
Del automóvil se bajaron dos personas. Una era un lechuguino con traje
corporativo, que llevaba bajo el brazo una carpetilla rotulada con el nombre de
una inmobiliaria. La otra era una mujer de en torno a sesenta años. La pareja
se fue a la casa azulada. El del traje sacó un manojo de llaves, abrió y ambos entraron
entre sonrisas comerciales.
Estos dos son los primeros. Luego
llegaran muchos más. Una familia numerosa. Algo así como una carga de
profundidad caída desde no se sabe dónde, capaz de acabar con todo.Manuel los observa sin querer
ser visto. Y nosotros observamos el mundo desde los ojos apesadumbrados y enfurecidos
de Manuel. Lo que vemos es asqueroso.
Santiago Lorenzo nos lo muestra con detalle, con tal destreza, que nos hace sentir del lado de Manuel cuando, en realidad, no es en ese lado en el que
estamos, sino en el otro.
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