B.P. Galdós: El caballero encantado


Sólo sé que hace muy poco este título se me apareció en algún lugar. No recuerdo si en una reseña, o en la biblioteca, o por encima de alguna mesa del instituto. Pero la curiosidad que el título me generó ha sido tan fuerte que finalmente me lo he leído. 

Leyendo a Posteguillo me enteré de que a Galdós no le dieron el Nobel porque los españoles somos como somos. Creo que está claro cuál es el mal de España; así a las buenas, podemos decir que la mitad de los españoles son (o somos, según, claro), unos impresentables que sencillamente sobran (o sobramos). Pero como Dios no va a bajar a exterminar a los que sobran, y la cangrena ha encontrado el estado perfecto de putrefacción para mantener el cuerpo con vida y así mantener ambos a flote, supongo que seguiremos siendo durante muchos años esta España, si no, eternamente. 

Curiosamente coinciden las pocas reseñas y notas que hay en la web sobre esta obra en calificarla como obra incalificable y olvidada (bueno,wikipedia dice que es mitológica). Se entiende que se olvide porque lo mejor que podemos hacer para que las dos españas sigan igual que siempre es olvidar a Galdós. O si no olvidarlo, dejarlo en el pedestal del realismo o del naturalismo español, de lo rancio, del conservadurismo, de la literatura de la escuela que se han de tragar los alumnos para así amar nuestra cultura y seguir en cabeza mundial en el número de lectores. Uy, perdón, manteniendo el noble negocio de la edición, quise decir.

Parece ser que Unamuno decía que leyendo a Galdós nos daremos cuenta del bochorno que pesa sobre la España en que él ha muerto

¿Y por qué hablo tanto del autor sin entrar en la obra? ¿Acaso es un rollo, una obra menor o sin interés? No, todo lo contrario.

Me ha encantado y sorprendido. Ciertamente es tan heterodoxa que nuestra mente acostumbrada a encasillar y a no esforzarse en analizar y reconocer la originalidad se resiente a la hora de valorarla. Nos choca esta mezcla de narración clásica, fantasía, crítica social, diálogo y política. Nos empeñamos en buscar el estante donde colocarla cuando lo que deberíamos tener es un estante en donde colocar las obras que nos gustan, nos llaman la atención, nos encanta haber leído. 

En muchas ocasiones me ha hecho sentir que Galdós quiere emular a Cervantes con este caballero encantado que es arrastrado por las tierras de Castilla (la vieja, tierras de Soria, Burgos, Guadalajara, tierras por las que paso a menudo cuando vuelvo a casa y regreso de casa), "encantado", habiendo dejado de ser un "señorito explotador" para conocer la dura realidad de un pueblo pobre, sometido a los males endémicos del país. Galdós sugiere que la salvación no ha de venir de la búsqueda de la riqueza fácil sino, más bien, de la educación, del reconocimiento de la labor del maestro y de la necesidad de justicia. Quizás al final hay cierto toque paternalista en el sentido de que la clase alta, que forma los poderes fácticos, han de ser los que se reformen para llegar a ser buenas personas y así acabar con los problemas del país. Es una novela de 1909 y, además de proporcionar el goce de la lectura de ficción, nos da una visión de un momento muy lejano ya, pero que nos ayuda a comprender nuestro pasado.




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