M. Sanz: Farándula




Al leer esta novela he pensado en Franzen y en Chirbes. Por ese orden porque leí primero al autor norteamericano. Estos dos autores, y Marta Sanz en esta novela, apuestan por contar poco diciendo mucho. Al leerlos tienes la sensación de que te has subido a un taxi en una ciudad extraña, como Estambul por ejemplo, y que no puedes dejar de confiar que ese camino por el que el taxista te lleva es el camino hasta donde tú le has pedido que te lleve. El coche se mete por calles estrechas, avenidas atestadas de gente, lugares conocidos o desconocidos, y el taxista te dice cosas y lanza exabruptos. Al final, ves que sí, que has llegado a tu destino. Le das 20 €, te mira satisfecho y te da las gracias y tú miras al reloj suspirando al ver que llegas justo a tiempo.

Marta Sanz ganó el Premio Herralde en su edición de 2015 con esta novela. Es un libro en el que la autora, como Franzen, como Chirbes, apuesta por un estilo muy marcado. En el que los huecos que el corto argumento presenta, se llenan de descripciones estilísticas, de impresiones del mundo actual, político, social, del teatro, del cine, de la televisión...

Pero, al final, hay algo que no me cuadra. Posiblemente es esa apuesta tan marcada por el estilo que, al leerlo por primera vez en Franzen me asombró,en Chirbes me aburrió y en esta ocasión me ha desilusionado. Y, curiosamente, en el último momento en el que parece que la voz de la propia autora nos desvela el significado de la novela, nos dice: “Yo no escribo para que nadie se reconozca en su parte inteligente, sino en su más abyecta y entrañable vulgaridad”.

¿Por qué acaba mintiéndonos?

Quizás no la he entendido.

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