D. Preston: Blasfemia


Blasfemia es, a grandes rasgos, un  entretenido disparate.  Escrito perfectamente según los cánones de los best-seller, su mayor originalidad es situar la acción en un súper acelerador de partículas construido en Mesa Roja, en el desierto de Arizona. Douglas Preston construye su historia juntando varios ingredientes  que de forma natural llevarían a un desastre considerable, especialmente en un país como EEUU: el ser más inteligente del mundo (Hazelious), varios científicos de personalidades  peculiares, un presidente de los EEUU que apuesta por la construcción del acelerador más grande del mundo para pasar a la historia y ser reelegido, una colonia de Navajos que está molesta porque como en casi todas las relaciones (aunque nuestra fuente sea el propio cine noteamericano) con el hombre blanco se le ningunea y no  es respetado, algunos especuladores típicos y, tal y como no podría faltar en una novela titulada Blasfemia, unos fundamentalistas (cristianos no católicos) dispuestos a cualquier cosa por salvarnos y acabar con el anticristo. A estos ingredientes, el autor, mediante un toque de cientificismo más o menos controlado, añade el motivo principal de toda la novela: la misteriosa intromisión de un supuesto hacker que justo cuando se va a alcanzar la energía suficiente para obtener una colisión que les permitirá obtener nuevos datos jamás antes conseguidos que darán luz sobre el Big Bang, etc, etc, aparece en la pantalla del ordenador de control diciendo cosas imposibles de creer para unas mentes científicas.  Y aquí es donde está el mayor disparate de todos, pues la explicación final del asunto, es sin duda un disparate. Cualquier persona con formación científica, que tuviera en sus manos la posibilidad de poner en marcha un acelerador con las características que supuestamente tiene Isabella, no dudaría en ponerlo a funcionar correctamente (al menos una vez), antes de intentar otras cosas esotéricas. En algún sitio he leído que Blasfemia es una entretenida novela no recomendable. Y entiendo el comentario pues lo más difícil es encontrar un receptor adecuado que la pueda leer del principio al final sin abandonarla a medida que la historia empieza a hacerse insoportablemente alucinante.

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