E. Trías: Lo bello y lo siniestro

Hace muchos años me interesó la figura de E. Trías al ser el primer y único español que ganaba el Premio Nietszche. No conocía a este pensador ni el premio, al que catalogaban como Nobel de Filosofía. Soy consciente de que, lamentablemente, casi todas las noticias de "cultura", están contaminadas por el exceso, deformando la realidad en pos de las ventas. Más tarde, hace unos años, la noticia de su muerte me vino a recordar eso que todos conocemos bien: el tiempo pasa y van quedando en el camino algunas de nuestras intenciones, voluntades o deseos. Pero en esta ocasión, toparme con el libro en la biblioteca ha sido un detonante certero. Lo bello y lo siniestro es un ensayo que defiende una tesis curiosa; algo así como que a partir del Renacimiento, el arte busca la belleza combinando de manera sutil la belleza clásica que los helenos descubrieron con algo oculto, siniestro, que sirve como contrapunto para llegar a lo sublime. Y a ese contrapunto solo se accede por la razón. La causa de esto es la influencia kantiana, que liga lo sublime, lo infinito, con lo racional. Y como ejemplo inmediato es el uso de la perspectiva en los cuadros. Estudiando algunos cuadros de Botticelli muestra cómo tras la belleza aparente hay rastros de lo siniestro de las historias de los personajes. Trías continúa diciendo que el Barroco es el resultado de esa racionalización del arte al llenar las obras de una exageración que no se encuentra en la naturaleza (marca innegable de su origen humano). Exageración que el Romanticismo, posteriormente, buscará en la propia naturaleza. Ese movimiento vendrá modificado por el pensamiento marxista y freudiano que llevan al análisis de Freud sobre la religión y el mito y la búsqueda histórica del origen de la adoración en el tótem. Y cómo no, a la aplicación del raciocinio al propio ser: al yo interior. Como ejemplo de su tesis estudia la película Vértigo de Hitchcock y reflexiona sobre otras películas del magistral director en el que las fobias internas, lo oculto de algunos de los protagonistas, su lado siniestro, es lo que permite al director construir una bella obra. En fin una interesante obra literaria de la que concluyo que la buena obra de arte ha de aportar, junto a la apariencia inmediata de belleza (superficial en el buen sentido de la palabra), una plusvalía que conmueva al intelecto. Siendo este hecho el que justifica la memoria de lo culto en los grandes artistas. Algo que desgraciadamente no se suele tener claro al ser estudiante o al intentar ser creativo.

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